domingo, marzo 30, 2008


Noche veintinueve: un bosque de espejos.


Y en forma tal conviví
Con blanco y negro extremosos
Que aún mismo tiempo aprendí
Infierno y cielo tortuosos.
P.A.



Comparto con los faros de la noche
La larga vigilia en espera del Alba,
El minúsculo destello que viene de dentro y que arde,
Iluminando calles idénticas y desiertas:

Heme aquí de nuevo, estático y alerta
Bajo el frío velo que pasa,

Tejiendo puentes de luz
Con la llama opuesta que me refleja.

(Hilos candentes que sitian las ciudades, enunciados de miradas,
Frases inconclusas,
Voz errante que comulga
En el otro lado de la acera.
He aquí el asombro del poema que nace en silencio)

En esta noche obscura, en el silencio de un bosque de espejos
Un árbol arde,

(Promesa, profecía, encantamiento)

Fuego que nace al recobrar su conciencia,
Luz que se basta y consume así misma devorando al prójimo,
Mástil enraizado desafiando la tormenta,

Juramento que cruza la noche y que llega,
Por el laberinto que forman miradas y reflejos

Al borde del mundo para seguir tejiendo.

Entonces la mañana.

1 comentario:

Pável dijo...

Las emociones discurren como los segundos.

No pueden asirse, no pueden evitarse. Sólo llegan, nos tocan, nos revuelven el cabello y la boca del estómago. Un instante después, se marchan dejándonos hechos harapos confusos.

Y de repente: la mañana.