lunes, agosto 14, 2006

Lunes...14

después de leer los poemas cotidianos de Bertolt B, ha surgido en mi una sensibilidad especial hacia los objetos que me rodean: mi taza negra en la que diario tomo el café, la pluma con la que escribo, el inmenso relog amarillo que me despierta todas las mañanas, el telefono rojo junto a la ventana, la cobija blanca que me cubre todos los dias (mejor dicho todas las noches) y en correspondencia a lo leido, yo mismo me he propuesto escribir apartir de hoy mis poemas cotidianos...debo confesar algo: Yo tambien tengo una maleta encima del ropero, y desde la ventana de mi cuarto la ciudad me pareceun jardín, un Jardín inmenso, gandotote.
Aunque no soy delgadisimo y blaquisimo caucasico, en algunos trances he pronunciado algunas frases en la lengua del teatrero errante del que esta noche hablo, como poseido, he hablado una lengua que desconosco, recorrido una ciudad que aun no visito, amado cuerpos cuyo rostro no he siquiera imaginado.
Por ahora, y como debut a estas sesiones literarias, he aqui el primer poema titulado

traigame un jugo de Kiwi

A prisa en el camino donde los demás muchachos/
bajo un cielo amenazante donde un Dios Agazapado e Inmenso/
Los jovenes estudiantes se acumulan en cafés minusculos/
yo quiero mezclarme y por eso apresuro el paso/
Todos marchamos/
Escucho el rio y el follaje/
un sorpresivo vistazo y agita la mano/
Saludo efusivo y dicen sientate/
la muchacha que sirve dice que el jugo de Kiwi es sabroso/
fresas y mucha azucar y un líquido rojo que exita/
afuera, los que quedan siguen caminando a prisa/
bajo un cielo amenazante donde un Dios agazapado e inmenso/
aprisa en el camino donde hace un instante.../

PD: Chido haberle conocido el otro dia Sr Pavis, y no vaya a creer que me asuste de aquellas cositas que me conto...si yo le contara!

1 comentario:

Pável dijo...

El drama cotidiano es tal vez el más devastador por su naturaleza de sicario sigiloso.

Nos habla al oído, nos seduce, nos entierra y nos lleva flores, luego nos exhuma y nos da tranquilidad para volver a matarnos por sorpresa. Qué bueno que que existe lo cotidiano. Sin eso estaríamos siempre vivos o siempre muertos y una vida plena de vida o una muerte repleta de sí misma serían la cosa más rotundamente aburrida.

P.D. No, no me parecía usted la clase de persona que se asustara con semejantes nimiedades, pero ¿a poco no le puso sabor a la hora del café?