martes, marzo 11, 2008

Es de noche. Acerco a mi escritorio la lámpara y hundo su hocico para que bese el cuerpo blanco e inerte de la hoja que yace bajo mis ojos. En unas horas deberá estar reanimada, flotando casi y con el cuerpo tatuado... mientras tanto, juego con mis dedos bajo la bombilla que pende de un cielo imaginado, con movimientos bruscos como de universo a punto del big-bang: veo la sombra de dos personas que caminan sobre la hoja y se aproximan, son gigantes deformes y gigantas de multiples senos, avanzan y casi al llegar, desaparecen angustiosas bajo la fuerza invisible del cenit...
Detengo el juego, la noche avanza. Debo comenzar ¿Cuándo podré estar como esta vez, completamente solo? ¿Completamente hundido en un delirio enfermizo y enfermo? ¿completamente a la deriva, apunto casi de? Bañado de un grito que es el mío y que vuelve a mi sin haber salido, en las fronteras inabarcables de mi propio pecho.
Esta noche es impostergable, esta obscuridad no será la obscuridad que pueda, ni deba repetirse. Muchas veces se renace. Sólo una vez se muere.

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