lunes, mayo 10, 2010

Una línea del tiempo que es más bien un retrato

No estoy orgulloso de mi fin de semana: no salí, no conocí algo nuevo (personas nuevas, pues) tampoco leí como debería hacerlo y además no tenía ánimo de "iniciar" con mis pendientes. ¿La razón? Un muela que como todos los dolores, se presenta de manera impetinente. Lo bueno es que entre las pocas cosas que si pude hacer, fue acomodar en carpetas cientos de fotos que por alguna razón he coleccionado sobre mi persona en distintas poses y situaciones. Todas y cada una de mis alegrías y todas y cada una de mis tristezas y malestares están reflejadas en ese retrato que es una línea del tiempo que funciona como espejo. Quiero aclarar que no soy ni un poco alguien obsesionado con su imagen. Pienso que se trata más bien de un hábito y de una costumbre que hago desde que tengo cámara digital de manera casi autómata. No todo se debe pensar, pienso, aunque recuerdo que alguna vez pensé que en algún momento sería bueno tener conciencia de mis transformaciones; para mi sorpresa, en esas fotos que acomodé hay en efecto muchas tranasformaciones, pasando por lo básico que es el pelo, pero más importante que eso, las expresiones de mi rostro. Puedo tener conciencia de esas modificaciones al mirar esas fotos, las transformaciones en mi interior que se reflejan vivamente en mis gestos, en mi mirada y la brillantes u opacidad de mi piel retrada. Si yo fuera Barthes disertaría profusamente sobre lo que esas fotografias me dicen ahora; contrastaría lo que recuerdo que pensaba en ese momento, con lo que ahora al paso del tiempo sale a relucir, como un ejercicio en parte tranquilizador para concluir que hoy creo tener mayor seguridad y comprensión de mis necesidades y esperanzas, deseos y temores de lo que en aquellos momentos ya lejanos, y que ese conocimiento que veo como un gran avance aterriza ahora cuando los retos son más grandes. Conciencia del campo de batalla: nunca se quita sin que se de antes.
Hay sin embargo una luz que matiza todos mis retratos, deseos que reconozco como invariables y que en sus transformaciones a veces se expresan y en otras se ocultan, haciendo aún más elocuente su presencia. Esos deseos son sin embargo común a todas las personas: Amor, Libertad y Erotismo y sus ramificaciones. Pero saber que han estado ahí desde siempre hasta ahora, como reliquías, me permite imaginar la historia que alguna vez leí y que me gusta demasiado: rubís que sobrevivientes por distintas geográfias y épocas históricas, lenguas, arbitrariedades y abandonos, como navíos atemporales, llegan hasta mis manos donde mis ojos más grandes aún (y su grandeza se mide por su capacidad de mirar su valor) y yo envuelto en un atuendo más cómodo y en una ciudad más moderna, puedo apreciar y reconocer como "tesoros" .

No hay comentarios.: