domingo, enero 10, 2010

La salchicha del mal

El fin de semana que concluye fuí a una fiesta de cumpleaños a Querétaro. A pesar del frío y de que la fiesta fue en un jardin, la buena música, la gente bailando y unas salchichas alemanas hicieron que la noche transcurriera de una manera tranquila y divertida. He aquí lo único malo: a mitad de la fiesta descubrí que el cocinero había dejado una salchica en un plato cerca del azador y por glotonería más que por hambre (y en tal caso estoy pagando las consecuencias de tal pecado) me parecío buena idea ir por ella y comerla. Cuando yo ya tenía la mitad de la salchicha en mi estomago alguien corrió a decirme que ésta estaba sin cocinar, ¡Oh, por dios!. Cualquiera sabe que las salchichas alemanas jamás deben ser ingeridas crudas a diferencia de sus similares americanas. El resultado: ahora tengo unas nauseas que no me dejan ni siquiera salir a disfrutar del frío, además de que el hambre ha desaparecido y no he hecho más que comer manzanas y platanos y un poco de café que extrañamente mi estómago ha resistido. Si sigo así mañana, temeré algo peor e iré sin falta al médico.

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