martes, diciembre 25, 2007

Fragmentos de
"Ensayo de confesión"



Hoja uno. Hoy he vuelto a sentir otra vez, ese raro impulso juvenil que me lleva de nueva cuenta a escribir; he sacado de entre las cajas del sótano los cuadernos que ocupo habitualmente para esta labor, salto de mi sopor a la tarde, ceremoniosamente apago el ordenador y a la mano veo intacta, una pluma que ha sobrevivido sobre la mesa todo este tiempo. Puedo comenzar mi trabajo: subo a lo alto de este edificio y abro teatralmente mis brazos a la noche, veo las luces que abarcan el mundo de allá abajo y al instante me recuerdan, que habito una ciudad y que soy un hombre urbano. Cierro los ojos, me suelto escribo, seguro que la caída no será tan dolorosa y que al momento, pondre un punto final trascendente y podré seguir viviendo.

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Hoja tres. Esta noche fue muy distinta a otras que hemos pasado juntos, desde que nos conocemos. Me dió la impresión que no hubo sorpresa ni algo especial pese a que ambos lo esperamos: era como un jueves por la noche después del trabajo. Reconozco sin embargo, el esfuerzo que hacemos por lograr ser empáticos, condescendientes, amables, pero no siempre resulto y tú lo sabes. Sé que te preocupan situaciones como esta, lo sé porque siempre me mantengo atento a tus gestos y tus acciones, aunque imagino que piensas que vivo desapegado, pero esa es solo mi apariencia: no deja de enternecerme tus ganas de compartir, pero me sorprende sobre todo la persistencia de tu cariño.
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Hoja cuatro. Esto que escribo a continuación me concierne más a mí y es una confesión, es un intento de aclararme las cosas, mis cosas. Sé y es inocultable que todo este tiempo has estado presente a mi lado, y por eso mismo es inevitable que te mencione; sin embargo, mi intención al hacerlo no es descifrarte, realizar alguna biografía o acusarte. En otro momento me he ocupado de tu mundo, ahora el tiempo me persigue y además estoy seguro que quién debe explicarte a tí eres tú misma. No me ocuparé del oceáno: sólo tocaré las olas que tocan la arena.
Estas hojas probablemente no se publiquen ni lleguen a manos de ningún lector: serán tan solo un instumento personal para reflejar y ser reflejo, para verme y ver desde y hacia mis propios ojos. Después, podrán ser deboradas por hocicos de perros hambrientos, o desintegrarse en charcos bajo la lluvia de cualquier verano.
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