lunes, mayo 14, 2007



[uno] Aprovecho para poner mi nido sobre el techo, es amplio, convexo, tiene la forma de las manos cuando protegen el fuego que esta a punto de apagarse. Lo he puesto ahi, por que me gustan sus nervios que coinciden en una elipse de acero, además, tienen la gama del fuego que se muestra tras el volcán todas las mañanas. Doy la vuelta a la cascara de naranja, a la superficie del huevo y como sombrero gigante, uno encima del otro, construyo una escultura que simboliza un mundo partido y contrapuesto. Se tocan en un solo punto, sus demas extremos vuelan por el aire o se aferran a la tierra como troncos. Apesar de mis plumas, puedo tomar una foto. Es la primera tomada por alguien enplumado. Es solo un instante, un breve relampago que me impresiona. El resultado: una vista sorprendente que me coloca entre las aves más ilustres que hayan volado en esta tierra. Las aves, acostumbradas a volar altivamente, mirando la tierra despectivamente, pocas veces se detienen a mirar el suelo y las ciudades que no pisan. Asi, aprovecho para mostrarme como aquella ave diferente, esa paloma que llevará siempre la contraparte. Entre el cielo (cuando volamos acompañados) me gusta contar a palomas errantes todo sobre las bondades y virtudes de la vida sedentaria y rutinaria. Poco entienden ese tipo de desplantes, lo consideran excentricidades de un ave que no asume su papel de adorno del cielo (papel compartido también por las nubes y el viento) Pero su incredulidad no me interesa, me emociona tener en mi mano la primer foto tomada por una paloma, es como si por primera vez entendiera una lengua extraña: hablo de lo mismo pero uso herramientas distintas, casi diria, opuestas. Lo he decidido, seré la primer paloma fotógrafa. No renunciaré a mis alas. Tampoco cedere a la inercia de la vida sobre la tierra. Pero usare zapatos y sombrero. Por ahora, seguiré descubriendo este gran edificio que ya es mi casa, dare cliks y emprendere el vuelo, cliks y emprendere el vuelo...

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